Aurora Suárez Moreno terminó de
estudiar la antigua licenciatura de Bellas Artes en la UPV-EHU en la promoción
de 1989. Siempre quiso hacer Bellas Artes y recuerda cómo su padre le
advirtió sobre el lugar en el que se estaba metiendo. “Porque la carrera no son los
estudios, la carrera es ahora”, puntualiza Suárez. Esta animada mujer se gana
la vida impartiendo clases de plástica en un instituto navarro, pero también
fue docente en la facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco. Se
lamenta de tener que separar su tiempo en dos, por un lado el creativo y por
otro el que emplea para ganarse el sustento. “Si el artista se preocupa de
ganar dinero, no está preocupado por su creatividad. Por eso yo separo mis
horas de trabajo para sostenerme de mis horas de creatividad”.
Según publicó Lanbide, entre la promoción de licenciados del 2008 hay un 27% de paro y su mejor opción para encontrar empleo estuvo en manos de conocidos, amigos y familiares. Además, el 92% de los ex -alumnos de esa misma promoción se dedican al sector servicios.
Otro de los problemas al que se
tienen que enfrentar aquellas personas dedicadas al mundo artístico es que “hay
demasiada gente que quiere lo mismo y no hay para todos”. Por tanto, las facultades
deben plantearse nuevas fórmulas para que su alumnado pueda encontrar un hueco
en el mercado laboral. “Cuando eres joven necesitas muy poco, pero, a medida
que va pasando el tiempo, tenemos las mismas necesidades que los demás. Creo
que eso no se tiene en cuenta cuando se funda la facultad”. Para ella la
facultad es como un microclima, un “microparaíso” en el que abundan los
estímulos para los estudiantes. “Tienes que agarrarte a tu fe para poder hacer
y seguir haciendo arte, porque está todo en tu contra”. Así de tajante se
muestra Aurora Suárez sobre la motivación que debe tener un artista para
mantenerse a flote.
En el caso de Aurora Suárez, conseguir
financiación para llevar a cabo sus obras supone todo un reto porque trabaja el
arte conceptual y poca gente lo comprende. “Hoy en día en el arte contemporáneo
hay que dar demasiadas explicaciones y la gente se aburre. Además me molesta
muchísimo el tener que estar dando
siempre explicaciones”.
“Tienes que agarrarte a tu fe para poder
hacer y seguir haciendo arte, porque está todo en tu contra”, Aurora Suárez
Moreno
Dibujante sin rumbo
Agustín de la Iglesia a sus 54
años sigue dedicándose al arte. En su persona se refleja el antiguo mito del
artista como bohemio, mendigo y con tendencia a llevar una mala vida. Asegura que
él fue uno de los primeros dibujantes que realizó una exposición de cómics en
Vizcaya. Se autocalifica como uno de los mejores de su tiempo. “Lo que yo hago
no lo está trabajando nadie más, hago acuarela con espátula. Yo estoy haciendo
vanguardia, un arte improvisado, espontáneo y libre, es genial”.
Este bilbaíno se pasa el día
pintando y actualmente comparte un estudio con su amigo Emilio de Bilbao. Su
estilo de vida roza (y supera en ocasiones) la mendicidad. Vende dibujos en
bares y pide la voluntad, comenta que a veces pide 20 euros y si hay buena racha
50 euros. No le va el estilo de trabajar por encargos porque trabaja con la
imaginación, hace retratos en el momento y al natural. “Los artistas no venden,
pero yo vendo todo”, confiesa.
“Yo me hubiera suicidado 40 veces si no
tuviera el arte. Es como un cigarro”, Agustín de la Iglesia
Su vida ha sido como una montaña
rusa. Ha estado en lo más alto y en lo más profundo de las miserias humanas.
Problemas con drogas y un diagnóstico psiquiátrico equivocado durante la mayor
parte de su vida han contribuido a que este estupendo dibujante haya perdido
el rumbo. La relación con su famoso
hermano pequeño, Álex de la Iglesia, le ha marcado una pauta para auto
superarse. “Lo de mi hermano me ha afectado muchísimo pero para bien,
porque me exijo más, quiero mejorar como
artista y como persona”. Es el doble filo de la fama en palabras de un hombre
que perdió su orientación hace tiempo. La tendencia artística en esta familia
no sólo viene por parte de los dos hermanos, su madre también era artista y
daba clases en la facultad, e incluso la hija de Agustín de la Iglesia ha
estudiado arte.
Ha probado suerte en diversas profesiones
a lo largo de su vida; estudió un tiempo medicina y derecho en la universidad,
diseño de joyería y electricidad. Pero lo que no cambiaría por nada es el arte.
“Mi vida sin el arte hubiera sido muy triste, he disfrutado mucho pintando, no
me arrepiento de nada, ni de haber acabado con treinta y pico a pesar de
haberla empezado con 19 años”. Para este hombre el arte es una terapia. “Yo me
hubiera suicidado 40 veces si no tuviera el arte. Es como un cigarro”.
Asegura que se ha mantenido
económicamente gracias a su familia. “Nunca me ha faltado, siempre me han
apoyado cuando les he necesitado. Lo mío es por rebeldía, siempre ha sido así.
Ahora me callo en vez de montar la brisca”.
La facultad y el mundo laboral
En el curso 2010/2011 se
matriculó un total de 1.329 alumnos (estudio La universidad en cifras). Con la implantación del plan de estudios de
Bolonia en ese mismo curso, la antigua
Licenciatura en Bellas Artes expiró para
dar paso a tres grados: el Grado en Arte, el Grado en Conservación y
Restauración de Bienes Culturales y el Grado en Creación y Diseño. La mayoría
de las plazas están reservadas para el Grado en Arte.
“Los planes de estudio son difíciles de cambiar y casi siempre se cambian tarde”, Natxo Rodríguez Arkaute
La mayor oferta y demanda de
prácticas está en Vizcaya, provincia en la que se encuentra la facultad. A raíz
de la crisis económica, las empresas recurren a becarios para conseguir mano de
obra barata o gratuita. “Las empresas últimamente se acercan a la universidad
para conseguir chicos en prácticas porque se nota que ellos no tienen
presupuesto para contratar a alguien y recurren a novatos”.
Una de las posibilidades más
interesantes que los jóvenes estudiantes pueden explotar se encuentra en la
industria de los videojuegos. “Mientras que las otras ramas cada vez están
reduciendo sus ingresos –comenta Rodríguez Arkaute-, en los videojuegos sigue
subiendo. Los planes de estudio son difíciles de cambiar y casi siempre se
cambian tarde. Para cuando estén metidos en bellas artes, será
porque habrá salido otra cosa…”.
Autoempleo
Hace 3 años
que Susana Herran y Dolores Mucientes se licenciaron en Bellas Artes por la
rama de pintura. Ambas poseen una historia similar y actualmente trabajan
juntas en su propia academia de pintura, BI ARTE BI. Todo comenzó para estas
mujeres con la insistencia de sus respectivas profesoras de academia sobre el
talento que poseen para estudiar la carrera universitaria. Dolores Mucientes,
“Loli” para sus allegados, es auxiliar administrativo y ahora lleva su propio
negocio junto a su compañera de facultad. No es de extrañar la decisión que han
tomado este par de emprendedoras, puesto que el autoempleo es la segunda opción
laboral más recurrida entre los licenciados en Bellas Artes según el estudio
que realizó Lanbide con la promoción de 2008.
“Nos pusimos
entre las dos, que el riesgo es menor, y nos pusimos a andar”, comenta. Hicieron
un estudio de mercado y Santutxu fue el barrio bilbaíno en el que abrieron el
negocio. Tanto una como la otra opina que la universidad les ha aportado muchos
conocimientos que pueden aplicar en sus clases. Llevan dos cursos impartidos y
trabajan con personas de todas las edades, desde los 4 hasta los 70 años. Se
dedican a enseñar las bases de la pintura en todas sus variantes, además creen
que parte de su éxito se debe a que su objetivo en la universidad era terminar
sabiendo. “Puedes pasar por allí, sacar el título y no aprender nada”, apunta Susana Herran.
Trabajar por encargos
Licenciado
hace 24 años, Felipe Uribarri se dedica
actualmente a todas las ramas artísticas en las que haya demanda. Afirma que
“no hay límites” a la hora de realizar trabajos por encargo. Su faceta creativa
la ha aparcado para el tiempo libre y en los distintos encargos que acepta ya
sabe de antemano lo que debe realizar, como por ejemplo, una pintura mural para
algún bar o local; restaurar alguna obra de arte; hacer fotografía...
Durante un
tiempo se dedicó a vender su obra gráfica, pero su modo de trabajar es peculiar
porque lo hacía con un “hilo de creatividad”. En un solo día dibujaba una
tirada de entre 100 y 120 dibujos sobre papel, siendo prácticamente el mismo
dibujo en cada pliego. Después los vendía a 1.000 pesetas en un local que abría
en un único día y lograba deshacerse de todos los dibujos, esto le suponía un
negocio rentable (dado que los materiales papel y tinta son económicos). Pero
con la llegada del Euro este tipo de negocio ya no es rentable. “Ahora ya el
nivel adquisitivo es menor –afirma el artista- y con ese dinero podemos comprar
menos cosas, la gente pasa del arte". Uribarri reconoce que se mantiene en el
mundillo gracias al boca a boca, para él “no hay nada mejor”.
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